Estigmatofilia: la atracción sexual hacia tatuajes y piercings.
¿Habías oído hablar alguna vez de la estigmatofilia? Si la respuesta es no, no nos extraña nada. Semejante término sirve para hablar de la atracción sexual que sienten algunas personas hacia los tatuajes y piercings que lucen otros. Podríamos considerarlo una especie de fetichismo, comparable a la excitación sexual que producen en algunos los pies o los zapatos de tacón o la lencería.
Desde luego, no hay que considerarlo una tendencia dañina ni desviada, pues no implica ningún mal o trastorno para la persona que lo siente ni tampoco para quien es objeto de ese deseo. Se trata, únicamente, de la atracción que producen el mirar, tocar o sentir una piel o un cuerpo tatuado o lleno de piercings.
La estigmatofilia: ¿por qué los tatuajes o los piercings pueden ser el blanco de nuestros deseos?
La explicación puede que tenga ciertas raíces antropológicas. Tanto los tatuajes como los piercings son prácticas ancestrales, que ya se llevaban a cabo en otras culturas y civilizaciones hace miles de años. El concepto de belleza, en muchas de ellas, estaba íntimamente ligado con este tipo de adornos para el cuerpo: pinturas tribales sobre la piel, perforaciones en orejas, labios, pechos o cuello… Hay miles de ejemplos de ello.
Ambas prácticas han llegado con fuerza hasta nuestros días. Se trata de una cuestión estética, que en muchos casos llega también a otros niveles, como el de las creencias, los sentimientos, las emociones o las relaciones humanas. Tanto los tatuajes como los piercings sirven para decorar nuestro cuerpo y muchas veces escogemos este medio para plasmar sobre él cruces y otros símbolos religiosos, frases que transmiten nuestros principios, promesas de fidelidad, compromiso de pertenencia a un grupo o el recuerdo casi imborrable de hechos que han marcado nuestra vida.
Las personas que optan por los piercings o los tatuajes dicen mucho de ellas mismas a través de esta elección y también del contenido de lo que muestran en su cuerpo. Por ese motivo, puede que haya seres humanos que se sientan atraídos por estas manifestaciones, no por ellas en sí mismas, sino por lo que representan y lo que dicen de la persona que los lleva.
¿Cuál puede ser el origen de la estigmatofilia?
La atracción sexual y el enamoramiento son procesos que, a día de hoy, todavía no responden a una explicación única. Unos defienden que responden a cuestiones químicas, mientras que otros apuestan por la vertiente física de estos sentimientos. Lo que está claro es que la educación, la cultura o las propias vivencias son determinantes en ellos.
La cuestión es que, si a alguien le excitan unos pies bonitos y delicados, ¿por qué no puede atraer a otro las perforaciones en el cuerpo o las ilustraciones sobre la piel? El caso es que, con la llegada de estas modas hace ya unos cuantos años, empezaron a surgir los primeros casos claros y evidentes de estigmatofilia. Y, partir de ese momento, los expertos han comenzado a estudiar el fenómeno, a buscar explicaciones y a analizar casos.
De hecho, se producen casos que podrían considerarse curiosos. Por ejemplo, a muchos de los que les atraen los tatuajes o los piercings en los otros no los llevan ellos mismos sobre su cuerpo. Y, en algunos casos, los que protagonizan la estigmatofilia también sienten atracción por las cicatrices o las marcas en la piel.
La estigmatofilia: definición y concepto.
Para empezar, hay que conocer el significado de otro concepto en el que supuestamente se enmarca la estigmatofilia. Y es que muchos piensan que se trata de una parafilia: patrón de comportamiento sexual en el que el placer viene de objetos, situaciones, actos o individuos atípicos.
Por otro lado, hay estigmatofílicos que solo sienten atracción por los tatuajes o, por el contrario, solo les atraen los piercings. También hay alguna tendencia destacada por los psicólogos que, aunque de forma minoritaria, defiende que estas personas no se sienten atraídas por el tatuaje o el piercing en sí, sino por el dolor que han causado a la persona que los luce.
Sin embargo, hay otros estudiosos que aseguran que se trata, única y exclusivamente, de un tipo de fetichismo. Es decir, la visión, el tacto o el contacto de tatuajes y piercings produce excitación sexual en algunas personas. De la misma manera que a algunos les pueden excitar los disfraces, la visión de unos senos turgentes, el contacto con unos brazos fuertes o el simple olor de determinadas personas.
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